En cambio suelen pasar inadvertidos acontecimientos que la historia registrará como puntos de inflexión que condicionaron en forma decisiva el futuro de una porción del mundo y de sus habitantes. La sesión del Senado que se levantó por falta de quórum encarna una de esas tendencias. La creación de la Comunidad de Naciones de América Latina y el Caribe (CALC), la otra. Ambas ocurrieron esta semana, pero la única importante apenas fue registrada como ruido de fondo.
El 3 de diciembre la piñata de los cargos en la Cámara de Diputados inició una nueva etapa. A derecha e izquierda cada uno manoteó lo que pudo. Como no era un saqueo en el conurbano, mientras corrían recitaban grandes frases sobre la representación popular, tanto los que ganaron sus bancas en buena ley como quienes pintaron las ajenas de un color a la moda. Esta semana era el turno del Senado, donde el Bloque A se propuso repetir el loteo en los mismos términos, pese a que aquí las diferencias eran ínfimas. Con el propósito de ahorrarse otro escarnio como el de diciembre el oficialismo se resignó a negociar desde una posición de debilidad.
La borocotización del ex gobernador pampeano Carlos Verna puso al gobierno en minoría y el bloque A anunció que contaba con 37 de sus 72 miembros, es decir el 51,38 por ciento. El oficialismo propuso aplicar ese porcentaje a la distribución de cargos en las comisiones. Sobre 15 miembros de cada comisión, el Bloque A se llevaría 7,7 y el gobierno 7,3. Como no es posible cortar en pedazos a un senador, aunque la idea atraiga a los extremistas de siempre, la única forma viable era compensar mayorías y minorías en distintas comisiones, de modo que, en promedio, se mantuviera aquella proporción. El Bloque A se negó a esa decisión salomónica y decidió dejar en minoría al gobierno en todas las comisiones. Durante la reunión previa del bloque del Frente para la Victoria, su jefe Miguel Pichetto, anunció: “Perdemos, tienen 37 votos. Tratemos de que sea rápido y sin escándalo”. En ese momento sonó su teléfono. Pichetto salió y al regresar dijo: “Cambio de táctica. No tienen los 37 votos.
Elegimos a las autoridades de la Cámara y después nos vamos”. Así fue. Como en 2008 la paridad consagró un árbitro. Aquella vez fue Julio Cobos, cuyo voto desvirtuó la única razón por la cual la Constitución permite que el vicepresidente desempate, a favor del Poder Ejecutivo que integra. Esta semana, le tocó el turno al ex presidente Carlos Menem, quien se quedó en La Rioja.
La Comunidad
Al mismo tiempo de la anécdota del Senado esta semana se concretó en Cancún la primera cumbre presidencial de la CALC. Las 33 naciones que la integran firmaron una declaración de respaldo a los derechos argentinos sobre las islas Malvinas y en contra de la inconsulta exploración petrolera dispuesta por Gran Bretaña, que Lula rubricó con una durísima descalificación del desplante inglés. Lo atribuyó a su sentido de omnipotencia por ser parte del anacrónico Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Es tan claro que Brasil aprovechó el conflicto para alinear a toda la región detrás de sus aspiraciones a un asiento permanente cuando se reforme el organismo mundial como que por primera vez la Argentina no hizo, ni podría haber hecho, ningún gesto de diferenciación ya que nunca antes obtuvo semejante apoyo en la disputa. La iniciativa de conformar el nuevo bloque latinoamericano caribeño la planteó Brasil el año pasado, durante la cumbre de Costa do Sauípe, en Bahía.
La Cumbre de la unidad
Las motivaciones de cada país o grupo de países son distintas. Para los caribeños implica una deseada jerarquización. Brasil no aparta la mirada del tablero global en el que se siente un actor por derecho propio que reclama el reconocimiento de los demás. Cuba, Venezuela y los demás miembros del ALBA desean participar de una instancia en la que puedan coordinar políticas sin la presencia de Estados Unidos y sin que nadie monitoree su desempeño en materia de derechos humanos. Esta misma semana, Chávez mandó al diablo a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, de la que sueña con desembarazarse, porque no admite que se investigue si todos los derechos y libertades están garantizados en su territorio.
Desyanquizándose
Bajo la presidencia de Felipe Calderón, México procura alianzas regionales que reduzcan su dependencia política y económica de Estados Unidos. Durante el gobierno de Vicente Fox el 92 por ciento de sus exportaciones cruzaron su frontera norte. Calderón se vanagloria ahora de haber reducido esa cifra al 83 por ciento. En el fortalecimiento de una política latinoamericana con dimensiones económica, política y cultural, el presidente mexicano encontró receptividad en la Argentina y firmó con CFK un acuerdo estratégico. Ahora México tiene una política para la región y Brasil no podrá volver a desdeñarlo como mera parte de Norteamérica. Así fue como se decidió celebrar una cumbre extraordinaria y avanzar hacia una organización única. Esto no quiere decir que todo este resuelto. Por el contrario, abundan las cuestiones pendientes.
El documento sobre Malvinas
Los matices estuvieron presentes cuando se discutía el documento sobre las Malvinas. Que la CALC instara a las partes a negociar como desde hace años dice la OEA, resultaba tibio para la Argentina, cuando el Grupo de Río ya había proclamado su respaldo a los legítimos derechos argentinos sobre las islas. Pero los países caribeños, de estrecha y larga vinculación con el Reino Unido nunca habían dicho tal cosa, salvo los tres que forman parte del Grupo Río. También era posible alguna fórmula intermedia entre ambas. En ese punto el canciller argentino Jorge Taiana planteó a los más interesados en la constitución de la CALC que el país no la apoyaría si el documento retrocedía respecto de lo planteado por el Grupo de Río. Así se llegó a la firma de un texto mucho más categórico de lo que Gran Bretaña hubiera creído posible.
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