Mi esposo tomo a mi hija de 4 años y a oscuras bajamos a la planta baja. Abrimos la puerta de calle con dificultad porque el movimiento era muy fuerte. Nos afirmamos de una columna de la galería del antejardín. Allí permanecimos esos interminables 3 minutos y medio que duró el terremoto. (Perdón, pero tengo que contarles que mientras estoy escribiendo estas líneas se sintió una réplica de mediana intensidad).
Continuo. Los vecinos salieron a la calle y se preguntaban unos a otros como se encontraban. ¡Todos estábamos bien! ¡Estábamos vivos!
De pronto un vecino encendió la radio de su automóvil a todo volumen y allí nos fuimos enterando lo que sucedía en las distintas regiones del país.
Adentro de nuestras casas todo estaba fuera de lugar: vajilla rota, ropa en el piso, adornos destruidos y hasta un vino patero derramado que hacia pocos días habíamos comprado en Mendoza , al regresar de nuestras vacaciones en Colón.
Al comprar la casa nos dijeron que era antisísmica y parece que era verdad. Sólo nos quedó una grieta en la pared como si el terremoto nos recordara:"por aquí pase"
La realidad
La realidad al otro lado de la ciudad es muy distinta. Casas de adobe que soportaron el terremoto de 1985 pero que esta vez no pudieron. Pasarelas de autopistas de la ciudad, destruidas. Barrios completos sin agua ni luz después de varios días.
Y peor aun es la realidad en todos esos pueblos y ciudades costeros que después de haber pasado la prueba de este terremoto no pudieron resistir al tsunami que los visito minutos mas tarde, donde las aguas del mar traspasaron el borde costero adentrándose hasta casi 4 km.
Después de ver todo eso, lo que pasamos los capitalinos era nada. Algún edificio sin certificación antisísmica que no resistió y ahora no se puede habitar pero en la costa el tsunami termino con pueblos enteros, matando a cientos de personas y arrasando con todo.
Sólo nos resta agradecer a Dios que en su divina providencia guardó nuestras vidas y rogamos por aquellos que están pasando momentos de hambre, frío y desconsuelo por haber perdido seres queridos y todas sus pertenencias.
NB Maria Celia, su esposo Luis y su hija Sofia estuvieron 15 días de vacaciones en Colón y volvieron a Chile cinco días antes del terremoto.
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