El susto que se llevó el gaucho matrero fue espantoso. El lunes cenó locro del mediodía al que habían agregado porotos de soja transgénica. Nuestro héroe después de manducar dos platos se quedo dormido y babeando sobre la mesa, tuvo una horrenda pesadilla: el Gran Cuñado se televisaba desde Colón.
El lugar elegido para encerrar a los políticos ( no se alegre solamente por varias semanas) fue el Corralón Municipal.
Los primeros en ingresar fueron los agropecuarios Pedrito y José Pablo. Lo hicieron montados en un pony (los dos en flaco ejemplar) y llevando un busto de Francisco (el que no cuenta la plata que tiene, si no que la pesa) y arriendo dos patos, un pinino y una gallina, al grito de "si hay miseria que no se note".
En forma posterior ingreso Oscar, empujando una camilla que llevaba un paciente con arritmia y le susurraba al oído: "la plata que me ahorro, vistiendo todo el día chaqueta y pantalón blanco, fíjate que ni pijama compro".
El tercero fue Ricardo con su infaltable chofer. El dirigente recitaba a los cuatro vientos la creación del Gato Peters "Yo quiero ser diputado".
También ingresó por unos minutos el hombre de la bolsa: el Gran Tito. En sus brazos llevaba a Marcelito y sobre su espalda a Gerardo "el Cenador" que prometía comer menos asados con Lilita y bajar de peso para no dar tanto trabajo.
Comentado fue el ingreso del "fortinero" Carlitos, ataviado con elegante atuendo, llevando un sombrero de plástico rojo, y como collar una guirnalda de flores tropicales abriéndose paso al grito "yo tengo el primer lugar en la lista" (no oficializada)".
Por, último, hizo su estelar ingreso el que podría haber sido intendente, Pablo "P", que arrastraba un computadora con un programa que sintetizaba los discursos haciéndolos entendibles. (continuara en el próximo número con más ingresos al Gran Cuñado colonense).
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