Cuatro años por enriquecimiento ilícito recibió el ex comisario Juan Manuel Caruso. Cuatro, su colega Gustavo Moral. Un año recibió Nélida Rodríguez, suegra de Caruso, y otro tanto su gasista (no de la suegra, sino de Caruso), Luis Aguado, ambos como testaferros del ex policía. El caso se desató en Bahía Blanca, en octubre de 2003, y derivó en un juicio oral que finalizó ayer con las mentadas condenas. Además, deberán pagar multas de 90 mil (Caruso) y de 346 mil pesos (Moral). Las cifras, de todos modos, son exiguas en comparación con los valores por los que los acusaban por enriquecimiento ilícito: llegaban en un caso a los 900 mil dólares, guardaban los fondos en cajas de seguridad, cuentas bancarias o invertían en propiedades repartidas aquí y allá, a nombre de la suegra y el exitoso gasista.
Podría decirse que la rivalidad y la envidia fueron disparadores del caso. El 19 de septiembre de 2003, la fiscal Claudia Lorenzo había dispuesto unas escuchas sobre la comisaría de Médanos, a cargo de Caruso. Motivo: un preso había denunciado que el detenido Fabio Miguens, procesado y detenido por desguazar autos, tenía en su calabozo servicio de cable, abono al canal porno Venus, mesa de ping-pong, y los domingos invitaba al comisario a comer unas costillitas a las brasas preparadas por él mismo. En las escuchas, Lorenzo se enteró no sólo de los beneficios de Miguens, que de algún modo logró sensibilizar a sus custodios, sino que además saltó el nombre de un tal Luis, a quien le habían abierto una cuenta de 250 mil dólares en el banco Macro Bansud local y no había querido ir a firmar ni ser más testaferro. El tal Luis acusaba al ex comisario y le echaba en cara que “vos te querés comer el postre y yo soy un carenciado”.
Lorenzo derivó la escucha a la fiscalía de Oscar Duizeide, quien allanó la casa del entonces comisario y de varios de sus familiares y encontró siete boletos de compraventa de terrenos y propiedades del country Bosque Alto, a nombre de Aguado, cuyo valor multiplicaban un número impreciso pero voluminoso de veces el exiguo ingreso del plomero cuentapropista. También trabó embargo sobre la cuenta que Aguado no quería firmar.
En el menester de la investigación, surgieron nuevas puntas. Una de ellas fue la que derivó en la pista sobre el ex comisario Moral, quien por entonces era jefe de la Departamental de Pergamino, pero que para la época del corralito era jefe de la Departamental Sur, con sede en Bahía Blanca. Su secretario era nada menos que Caruso. Moral hizo su primera gran aparición pública cuando se descubrieron los cuerpos de la parejita Iglesias-Chavarría, ocultos en un monte próximo a la cabecera del partido. Moral fue el primer funcionario en llegar al lugar.
Su segunda aparición pública en realidad no tuvo la intención de serlo: Moral apareció en cinco fotografías extraídas de videos de las filmaciones de seguridad correspondientes a la caja de seguridad de la suegra de Caruso. Finalmente, Duizeide fue descubriendo plazos fijos en diferentes bancos, cuentas y hasta un recurso de amparo por una cuenta de 40 mil dólares que habían quedado atrapados en el corralito a nombre de uno de los familiares. Además, fueron detectadas dos enormes viviendas en Bahía Blanca, una a nombre de Caruso, otra, al lado, a nombre de su suegra; un caserón a nombre del autodeclarado testaferro; una casa en Villa Harding Green; un chalet en Villa Ventana a nombre de Ana Mateucci, esposa de Caruso; una casa en Monte Hermoso; una chacra en Cipoletti; una Nissan 4x4, un Peugeot 206 para el hijo; una combi Asia Topic; un Renault Megane; depósitos de entre 250 mil y 400 mil dólares, y 202.022 dólares en casa de papá Caruso, jubilado en Lomas de Zamora. Y la caja de seguridad 45, sector 2, de la sucursal Macro Bansud de Bahía Blanca, con 900 mil dólares en su interior, y en cuyo video de seguridad aparecía Moral.
La condena a cuatro años fue apelada, con lo que los dos colegas siguen libres y las multas, exiguo porcentaje de lo denunciado, quedarán pendientes. (Página 12
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