Ante la difícil situación se calzó las alpargatas bigotudas y marcho para el lado del Hospital Municipal a paso de acompañamiento funerario.
Al llegar no lo podía creer. Había más gente que en Acción Social el día posterior a las elecciones. En el pequeño salón no se podía ingresar y más o menos tardaron como catorce horas para que un médico lo atendiera.
El “Pirincho” había ingresado al edificio de la salud con una gripe, pero en la “dulce espera” le atacó una pulmonía que se le complicó con una apendicitis aguda y hasta se le agravó una hernia de disco cuando tuvo que levantar a un bebe porque la madre quería ir al baño.
El galeno, le miró los ojos como la curandera doña Felipa, le recetó una serie de remedios que no pudo conseguir en la farmacia. “No hay” fue la escueta pregunta.
Con el animo por el piso llegó a su casa, se mando una ginebra con leche, se tapó con dos frazadas y al otro día amaneció listo para comenzar el partido de bochas en Barracas. “Lo que no logra la ciencia y los políticos lo puede la voluntad” se dijo para si mismo.
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