Pero como Pirincho es un canto al trabajo se puso a filosofar sobre una forma fácil, rápida y efectiva para ganar un dinerillo que le asegure su futuro, la de sus chanchos, gallinas y su amada pareja.
Cuando se estaba mirando al espejo, un “duende” catalogado en la historia de Irlanda como travieso, le sopló suavemente al oído ¡Mira tu nariz, ahora que estas de moda anda y reclama la herencia de Paturuzu!
Sin pensarlo pasó por el “restobar” se mandó tres grapas, dos fernet y una cerveza y salió a la Comisaría a sacarse el famoso ADN.
Con paso de redoblante iba pensando, saldré en tapa de Colón Doce y cuando se entere el gran “Isidoro” que siempre vivió de la fortuna del indio, se va a querer comer las rodillas.
Al llegar a la Casa de los Azules (que no es la de los Pitufos) se dirigió al cabo de guardia y le espetó “ Vengo a sacarme ADN, soy el hijo de el gran cacique Tehuelche!.
El cabo y dos de sus amigos, lo miraron de arriba abajo, lo olfatearon y con delicadas palmaditas lo llevaron al calabozo de los contraventores con el cargo de beodez.
En seguida le entregaron el piyama celeste, que hacia juego con el color de las paredes, lo arroparon bien en la cama y tal las últimas costumbres, le cantaron dulces sueños mientras Pirincho se dormía pensando “El mundo es una gran mentira”.
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