Desde una Argentina embrionaria, donde la gloria revolucionaria estuvo reservada a los hombres, hubo mujeres que encarnaron roles que hasta ese momento era impensado que ocuparan, obteniendo los primeros logros femeninos en la organización de nuestro país. En las inmediaciones de 1810, el Virreinato del Río de la Plata albergó a una mujer que no sólo se destacó por entonar con las teclas de su piano el himno nacional por primera vez. Mariquita Sánchez de Thompson fue también una intelectual, portadora de las ideas de la Ilustración y tuvo un papel muy importante en la Revolución de Mayo; tanto desde sus ideas políticas como desde las reuniones que organizaba en su domicilio con los revolucionarios. Esta mujer políticamente activa, supo desafiar las tradiciones de la época y transgredió varias veces lo preestablecido por el patriarcado cultural.
En la senda de la emancipación de España y la guerra de la Independencia, se presenta una mujer que cuenta con el homenaje de más de un pueblo latinoamericano. Si bien nació y peleó en el territorio que hoy ocupa Bolivia, Juana Azurduy hizo historia por su valentía en combate y su labor al frente del ejército que amedrentó y derrotó en varias ocasiones a los realistas que llegaban por millares desde Lima. Su tarea fundamental de contención hizo que desde Buenos Aires, el Director Juan Martín de Pueyrredón, le otorgara el grado de Teniente Coronel, algo impensado para una mujer de la época. Su posterior muerte en la indigencia y su entierro en una fosa común no concuerdan con su magnitud para nuestra historia.
Las batallas terminaron, la Nación tuvo su definitiva organización, y las mujeres seguían sin contar con el derecho a voto, que a esta altura era obligatorio, pero no universal. Durante esta etapa y para conseguir la igualdad de derecho, emergen las figuras de dos grandes mujeres con nombre y peso propio, aunque fueran popularmente reconocidas con el nombre de sus maridos.
El primer caso retrotrae a la primera mujer que ocupó un cargo político en Argentina, Alicia Moreau de Justo, quien desde el Partido Socialista logró organizar la primera rama femenina de un partido, de manera independiente de la estructura de los hombres.
En tanto las mujeres no conseguían al derecho a votar o tener cargos electivos, las constantes búsquedas y presentaciones parlamentarias del Partido Socialista y de su rama femenina, obtuvieron la aprobación la Ley 11317 que reglamentó el trabajo de mujeres y niños, y la Ley de Derechos Civiles de la Mujer en 1926. El voto femenino estaba a un paso, pero debería ser otra mujer la que lo hiciera realidad.
Se podría separar a Eva Perón en dos mujeres, la carismática líder de los humildes que estuvo a cargo de la monumental obra de acción social llamada Fundación Eva Perón, o a la férrea política que impulsó las leyes del voto femenino o el artículo 14 bis de la Constitución con los Derechos del Trabajador, al frente del ala social del gobierno de su esposo, Juan Domingo Perón. Su inclaudicable lucha hizo que en 1952, las mujeres pudieran echar mano a su flamante Libreta Cívica y se acercaran a votar en elecciones generales a la par de cualquier hombre. El voto comenzaba a ser secreto, Universal y obligatorio.
Pasados estos primeros logros y la incipiente tarea legislativa femenina, la Argentina se sume en la parte más oscura de su historia y una mujer es protagonista excluyente de los inicios de esta etapa. María Estela Martinez de Perón, queda a cargo de la presidencia tras la muerte de su marido, y hasta su derrocamiento en manos de la Dictadura Militar, inicia una etapa donde demasiados argentinos perdieron la vida. La represión ilegal de Estado, las desapariciones y la muerte, rondaron estos años sangrientos de la historia.
Siempre en situaciones de extrema oscuridad se puede ver una rayo de luz. Y como consecuencia de los terribles hechos ocurridos en la Argentina, se asoman a la historia mujeres como Estela de Carlotto, la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo. Disparada por la desaparición de su hija Laura, embarazada de 3 meses, transformó su dolor y tristeza en amor, y dedicó su vida a buscar a esos nietos nacidos en cautiverio y apropiados por los mismos que intervinieron en el secuestros de los padres. Hoy ya son 88 los nietos que recuperaron su identidad, y su búsqueda continúa, porque aunque todavía no haya encontrado al suyo, es un poco la abuela de todos ellos.
Finalmente y cerrando aquella historia que empezó en los albores de 1810 se encuentra la primera presidenta electa por el voto popular, Cristina Fernández de Kirchner. La titular del Poder Ejecutivo tiene todo por demostrar en los próximos cuatro años, pero debe tener en cuenta que es la resultante del espíritu y el esfuerzo de muchas mujeres de la historia que pusieron su granito de arena para generar algo tan natural como obvio para las nuevas generaciones, que los hombres y las mujeres tengan las mismas oportunidades. Diego Gonzalo Diaz Licenciado en Periodismo diegogonzalodiaz@gmail.com
|