En esta ocasión un hecho sucedido el domingo de madrugada con un grupo de pre-adolescentes demuestra que se pueden seguir caminos correctivos.
En algunas ocasiones uno no se explica los niveles de improvisación y falta de criterio, primero y un proyecto en seguridad, local a mediano y largo plazo.
El domingo de madrugada por calle 47 y en pleno centro, se desplazaba un grupo de chicos de no más de 12 o 13 años. Los pre-adolescentes mediante gritos y amagues de agresión molestaban a las personas y autos que circulaban por esa arteria.
La situación no era para nada grata. Poco después y seguramente avisado de lo que acontecía llegó un patrullero que mediante una política de disuasión siguió a los chicos hasta que abandonaron el centro de la ciudad.
¿Como debería haber actuado? La problemática es muy importante para dejarla pasar y no remarcar algunos aspectos. Si hubiera un plan de seguridad desde la propia Comuna ( estamos hablando de una ciudad de 25 mil habitantes), los policías deberían haber demorado a los chicos tomándole sus datos y domicilios. El día lunes y a través una visitadora social debería haberse apersonado para conocer los núcleos familiares donde viven los menores.
La funcionaria municipal debería haber hablado con los progenitores e indagar en que situación están los menores, a que escuela concurren, si son atendidos en acción social –entre otras cosas- Según el diagnóstico y la evaluación de la visitadora social, deberían existir distintos caminos correctivos de la conducta observada (sicologos con terapias grupales etc).
En este camino ( muy difícil de seguir) existe un segundo escenario, que los padres no reciban a la vi- sitadora social. Entonces existen organismos como Juzgado de Paz etc, por los cuales se puede llegar a los progenitores.
Un ejemplo
Las Comunas son la primer malla del Estado en la contención. Un ejemplo palpable en nuestra ciudad comenzó a ocurrir en 1996. Un grupo de chicos de 10 a 12 años se inició en el camino del delito pidiendo “peaje” a otros chicos, para poder pasar por determinados lugares. Los que no podían pagar eran golpeados ferozmente. Nada se hizo desde lo educativo y social para encarrilar estas conductas.
Los menores con el correr de los meses dieron una “vuelta de tuerca” a su accionar y comenzaron a ingresar a negocios, y casas con el fin de hurtar golosinas y cigarrillos. La escalada siguió y ya como adolescentes de 15 a 16 comenzaron con robos a autoservicios y almacenes. El problema de la droga los tenía atrapados.
En el 2001, este grupo de jóvenes fue responsable de más de treinta asaltos a estaciones de servicios, almacenes y kioscos.
La policía tardo más de un año en detenerlos y luego mayores de edad poblaron las calabozos de la Comisaría local y cárceles de la región. Una escalada que se podría haber evitado, si se hubiera actuado cuando habían comenzado a pedir “peaje”.
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