También recordamos que hace cuatro décadas no faltaban en nuestra mesa los zapallos y calabazas. En cualquier camino los alambrados se poblaban con los pesados frutos. ¿No existen más semillas? ¿La reproducción es un secreto de laboratorio guardado por las potencias occidentales? ¿La voluntad del hombre donde fue a parar?.
El escritor Ernesto Sábato, en cuanto a la esencia del ser humano afirmaba que no progresó, porque sigue teniendo los mismos odios y las mismas vanidades que hace dos mil años. En el presente los especuladores políticos y económicos siempre florecen a río revuelto.
El almanaque también hace cambiar prioridades. Es lamentable que la problemática de la economía nacional pase por el precio del tomate, el perejil o la papa. La ley de oferta y demanda existe. Solamente el pueblo debe estar preparado para aplicarla. La importancia de una memoria activa salvará finalmente a los argentinos.
Debemos recordar que no usamos la misma fuerza en nuestros reclamos cuando Carlos Menem y sus discípulos liberales, le daban la partida de defunción productiva a miles de empresas agropecuarias, dejando libre al zorro dentro del gallinero.
Tampoco se utilizó el mismo y enfático tono para salvar la industria textil, metalúrgica –entre otras- en el proceso de destrucción de más una década que tuvo el país.
En la segunda parte de los setenta y principio de los ochenta, muchos de los que ahora se quejan por el precio del perejil y la acelga, aplaudieron a rabiar la “tablita” de Martínez de Hoz y decían “por algo será” cuando desaparecían personas.
La mente humana es misteriosa y tiene la virtud de ser insondable. ¡Marche mucho perejil para Menem y un tomate para Videla!
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