Hernán Carbonel escribe una recopilación en un libro donde se desarrollan las aciagas jornadas y también se recogen datos de Colón Doce. Parte de una historia con actores y testigos colonenses. Mientras vivía en nuestra ciudad realizó con su banda 50 asaltos
En un mediodía templado de invierno en Arroyo Dulce cerca de Salto, dos jóvenes, bien vestidos, llegan en un Torino al Destacamento Policial de la localidad de Arroyo Dulce, ubicado sobre la calle Gowland, a menos de una cuadra de los terrenos de la estación del ferrocarril. Logran sorprender y secuestrar al oficial a cargo Juan Carlos Bianchi y se lo llevan como rehén. Son las 13.25, cuando entran al Banco de Crédito Rural. El oficial de custodia atina a usar su arma, pero sabe que es mejor replegarse. Al grito de “esto es un asalto”, los atracadores le piden al cajero, Osvaldo Colel, que abra el tesoro.
Los desconocidos toman el dinero, encierran a empleados, clientes y personal de seguridad en el archivo y salen a la calle. En total suman diez minutos de acción. Con una pistola calibre 45 disparan a las gomas de un Torino, un Falcon y una Fiat multicarga para evitar que los sigan. Como tomándose un tiempo dentro de la línea de vértigo, detienen el colectivo de la empresa de transporte de pasajeros “El Águila”, que hace el trayecto Pergamino-Salto, suben y le quitan la llave de contacto.
Revisan al pasaje, no roban nada: sólo constatan que ninguno lleve armas. Suben a un auto y escapan por caminos de tierra. A unos pocos kilómetros abandonan el auto y huyen en avión. Horas después, en el banco se realiza el arqueo de caja: la suma sustraída apenas supera el millón y medio de pesos viejos, cifra muy inferior a la que se guardaba. Erróneamente, las primeras noticias difundidas por algunos medios de comunicación arriesgan una cantidad cercana a los 10 millones.. Huyen del pueblo con un rehén.
A unos 12 kilómetros cambian de auto: secuestran un Peugeot color blanco, propiedad de Alberto Duhau. En el interior del Fairlane – robado en Vicente López unos días antes – que dejan abandonado con el parabrisas roto, hay manchas de sangre, mapas, cigarrillos, analgésicos, anteojos oscuros, una máquina de escribir.
Más adelante, el Peugeot funde el motor y lo cambian por una Pick-up Ford F100, perteneciente al señor Casquero. En el camino cortan las líneas telefónicas para abortar todo contacto con Salto. Toman el camino de tierra que bordea el Molino Quemado, rumbo a Rojas. Bajan a los rehenes y desaparecen. El testigo
Juan Carlos Bianchi tiene una agencia de seguridad privada en Pergamino. Es dueño de un lenguaje netamente castrense, como si se tratase de un informe policial. Escribe Bianchi: “Somos sorprendidos por un grupo de delincuentes y reducidos en el destacamento por dos hombres, uno llamado Aníbal Gordon y otro de apellido Acosta, con un automóvil Torino de reciente modelo, me trasladan hasta el Banco Rural, donde otro grupo estaba esperando.
Reducen al oficial que estaba allí apostado y proceden a robar el banco, metiendo al suscripto y al personal de empleados en una pequeña oficina, y luego se dan a la fuga, pasando a levantar a los otros delincuentes que permanecían en el destacamento custodiando a mi familia y a otro integrante del personal policial. La banda - en un camino vecinal rumbo a El Crisol, distante unos 12 kilómetros de Arroyo Dulce - abandona el auto, intentando quemarlo, y huye en una avioneta con rumbo desconocido”.
Hasta ahí lo que tenía que ver con el asalto de julio. La presencia de un personaje sucio de los años de plomo como Aníbal Gordon se confirmaba. Y Bianchi los definía como “ladrones comunes”.
La conexión Gordón
Una testigo de Colón, de apodo «Beba» dice en el libro “Aníbal Gordon vivía al lado de mi casa, él y su señora Nelly. Nos dividía la me- dianera. El dormitorio de ellos daba a mi dormitorio. Cuando se iban a Buenos Aires, yo les cuidaba la casa. Nelly me daba la llave; yo iba a ventilar, le daba de comer al perro. Tenían uno de esos tipo bulldog, muy peligroso. Yo hasta les prestaba el teléfono para que hablaran. Una vez me vino una boleta altísima; claro, él había hablado vaya a saber adónde. Me fui hasta San Isidro, donde vivía con su mujer. Tenían una casa muy paqueta. Pero no tuvieron problema, me pagaron la factura del teléfono sin protestar.
¿Y cuál era la imagen de Gordon en Colón, tratándose de una ciudad pequeña, infierno grande? Para los vecinos era una excelente persona; educada, bien hablada. Era un tipo que se daba a la charla. No se hablaba de sus actividades en Colón. Nadie sabía que era un delincuente. Él decía que el dinero lo hacía con un campo que tenía en Entre Ríos, y como viajaba mucho en avión, uno se imaginaba eso.
Todo cambió cuando llegaron los autos. - Entonces, una noche aparecieron los Torino negros. Eran como diez, y la policía se quedó una semana o más a esperarlo, pero Gordon nunca apareció. Nunca más volvió a Colón. Después se supo que la casa que yo cuidaba la habían comprado con el dinero del robo al banco de Bariloche. Los dueños anteriores recuperaron la propiedad. También había alquilado el campo de Don Pedro Maranessi, que está camino a Ferré. Ahí paraba el avión; lo usaban de aguantadero. Era una madeja grande, eran él y mucha gente. Estaba en la Triple A, pero eso se supo mucho después. Él era aviador. No es que contrataban a alguien. Él mismo los manejaba”
El pez Gordón
El Semanario Colón Doce aporta datos al menos en seis informes especiales sobre la presencia de Anibal Gordon en la ciudad. “Las versiones son confusas” agrega “ Aníbal Gordon y su banda habían elegido la ciudad como una posible base de operaciones y como paso a la provincia de Córdoba, lugar que frecuentaban habitualmente.
Gordon había llegado a dos propiedades. La primera, una casa ubicada en calle 54 entre 18 y 19, en el barrio 9 de Julio, que tiene como señal distintiva una palmera gigante. La transacción comercial fue llevada a cabo por una mujer, Susana Acosta, esposa de su “socio”. El otro inmueble estaba ubicado en la calle 47 entre 12 y 13, también en la periferia de la ciudad. dice el informe “Cabe destacar que un mes antes de ser capturado, los servicios de inteligencia habrían ubicado este lugar, y poco después una partida de federales lo esperó convencidos de que pasaría por Colón en su huida hacia Córdoba”.
Otro de los informes indica que Gordon recibía visitas en la ciudad, que llegaban al Aero Club en avión o avionetas privadas, y que él mismo iba a recoger en su camioneta Ford F 100 blanca. El rubro al que se dedicó Gordon en la zona fue la compra y venta de plásticos y metales. Para las tareas de clasificación de materiales contrató una cuadrilla de gente, en general jóvenes menores de 20 años. En 1971, les encargó un trabajo en Ezeiza: el desguase de un avión. En la edición del jueves 2 de diciembre de 1971 del diario La Opinión de Pergamino, aparece una nota con un extenso título: “Fue esclarecido el copamiento del destacamento de Arroyo Dulce y asalto al banco de esa localidad”.
“Un fallido intento de asalto a una joyería céntrica de la ciudad de Buenos Aires” deja como saldo la detención de dos personas: Pedro Jesús Acosta y Aníbal Gordon. Tras “intensos interrogatorios” (un eufemismo que se repetirá en muchos informes de los diarios de la época) se comprobó “su participación en más de 50 hechos delictuosos”.
El operativo había comenzado con la detención de seis personas en la ciudad de Bariloche y otros puntos del país. Así, la policía habría logrado establecer una conexión entre los que “perpetraron el espectacular asalto en Bariloche” (de donde se llevaron 88.000.000 de pesos moneda nacional) y los que “ejecutaron el copamiento de Arroyo Dulce”, por el que no habían obtenido más que un magro botín, hallándose similitudes en el modus operandi de ambos casos; por ejemplo, la huida en avión.
La policía descubre, entonces, que con el dinero obtenido del asalto en Bariloche, habían sido adquiridos “varios establecimientos de campo y casa en la zona y ciudad de Colón”, y secuestra un arma perteneciente al personal del destacamento de Arroyo Dulce. De hecho, en el diario se refiere que el Oficial Inspector Bianchi reconoció a los dos detenidos como los autores del asalto del 19 de julio. La nota del diario La Opinión concluye: “la policía descartó que los delincuentes pudieran pertenecer a una célula extremista, tratándose de elementos del hampa con un profuso accionar delictivo”.
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