El individuo buscado tenía sobrados motivos para retardar el regreso. La vida le dio amigos y con ellos se juntó en una larga partida de truco que agotaron el stock de porotos y la sequedad del “garguero”.
Una mujer de apellido Díaz denunció que su padre salió de la casa con el objetivo de pagar una cuenta y no regresó por lo que acudió a la policía en busca de ayuda.
La joven preocupada declaró que su padre tenía una cicatriz en el cuello, no usaba barba ni bigote, media 1.70 de estatura y vestía un buzo azul.
La portación de dinero y la desaparición del individuo causó preocupación en las fuerzas policiales y rápidamente se movilizaron ante el temor de un posible ilícito con un final poco claro.
Los azules comenzaron a buscar por las adyacencias donde la presunta víctima se domiciliaba, y fue extendiendo su radio de acción. El contexto del final fue feliz, aunque con algunas recriminaciones. Y no es para menos.
El hombre buscado había ingresado a un bar se había trenzado en una larga partida de truco con algunos habituales parroquianos, y entre espadas, copas, falta envido y quiero retruco, se olvido que el dinero era para pagar una cuenta y que además debía volver a su casa.
Lo único que le faltó decir al hombre buscado, es que la baraja española hipnotiza.
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