Según afirmaron fuentes bien informadas, el paciente ingresó con un cuadro de cálculos ve. siculares, por lo cual se decidió que debía ser sometido a una intervención quirúrgica. La operación se concretó, y el hombre quedó internado en proceso de recuperación, previéndose en un primer momento una evolución sin complicaciones.
Sin embargo, entre veinticuatro y treinta y seis horas después de la intervención, esta persona comenzó a quejarse de dolores en el vientre. A esa altura, se decidió volver a intervenir para determinar qué estaba pasando, y se descubrió que el hombre padecía una necrosis, es decir, una infección que no atacó los órganos sino la pared muscular del vientre.
El quirófano fue inmediatamente clausurado, y se analizó absolutamente todo: se realizaron cultivos de paredes, pisos, instrumental, hilos de sutura y demás, pero no se encontraron en ningún lugar vestigios de la bacteria responsable de la infección.
En ese sentido, cabe consignar que las fuentes ya citadas señalaron que, en el lapso transcurrido entre la operación del paciente infectado y la primera manifestación de tal infección, se realizaron otras seis intervenciones en el mismo quirófano, incluida una cesárea y una intervención a un chico, sin que se hubieran producido otros inconvenientes similares.
Las infecciones intrahospitalarias son un problema que, lamentablemente, ocurre con cierta frecuencia en todos los establecimientos sanitarios del mundo, sin distinción entre los públicos y los privados.
El causante es un germen que vive, entre otros lugares, en la piel y el tubo digestivo del ser humano, y también en el suelo, el agua y el aire... es decir, prácticamente en todas partes.
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