Pero como el juego compulsivo, también llamado ludopatía, no es una adicción con manifestaciones físicas visibles, resulta difícil que la familia del jugador lo capte como una enfermedad y, más aún, el propio afectado, cuyo pensamiento obsesivo gira como una ruleta en torno de la búsqueda de más y más dinero para llegar, mágicamente, a la soñada fortuna.
A raíz de las numerosas demandas recibidas por familiares de jugadores patológicos, el Instituto Provincial de Loterías y Casinos, con el asesoramiento del ministerio de Salud bonaerense, pondrán en funcionamiento el Programa para la Prevención y Asistencia del Juego Compulsivo-Ludopatía, que contará con una línea telefónica gratuita, una página web propia, cuatro Centros de Atención Integral ubicados en Olivos, La Plata, Tandil y Mar del Plata, además de unidades de asistencia móviles en función a la demanda.
Apostar en una carrera de caballos, a un número de la quiniela o probar suerte en las máquinas tragamonedas no tiene nada de malo en sí mismo, pero existe una suerte de frontera que, una vez que se atraviesa, transforma la experiencia lúdica en un problema de salud:
«Se vuelve patológico cuando la persona está obsesionada con el tema y el juego pasa a ser lo único en su vida, entonces dejan de ir al trabajo o abandonan obligaciones familiares por ir a jugar y comienzan a pedir dinero a amigos», explica José Contartese, director general del Programa.
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