El 7 de junio se ha festejado un nuevo aniversario de la fundación del Diario “La Gaceta”, experiencia que se constituyo en pionera del periodismo gráfico en aquellos años en que nuestro país transitaba sus primeros pasos en su etapa institucional independiente. En su primer pagina podía leerse: “Felices tiempos aquellos en que se puede sentir lo que se quiere y decir lo que se siente”
En el día del periodista, y a través de estas simples líneas, queremos renovar ese voto de confianza y ese pacto, implícito que mantenemos con los lectores. Alguna vez el ex premier británico, John Major bromeó que un “mundo sin periodistas sería un mundo feliz”.
Por suerte solo fue una hipótesis vulnerable que se diluyo tras su pronunciación. En un país donde la crisis cultural, económica, social, laboral, educacional y de representatividad aun afectan a gran parte de la población la concreción de este deseo de acabar con nuestra existencia sería algo devastador. Los ciudadanos tienen derecho a escuchar y a mirar, a informarse, a expresarse, a rebelarse, a preguntar y demandar.
Ya lo decía Rodolfo Walsh “El terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento” Y eso es nuestro trabajo diario. Aumentar el número de ciudadanos que puedan ejercer el derecho antes citado para no caer en la tiranía que este sistema intenta transmitir, cuyo objetivo principal parecería ser crear un consumidor dócil, inerte, sin capacidad de crítica.
Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa. Es el trabajo de una persona para quien lograr un medio de subsistencia a través de su trabajo no es la meta primordial sino poder hacer realidad su sueño: que a la gente no se la conduzca a la oscuridad de la censura o la clandestinidad, que no se le siga vendiendo espejitos de colores en pleno siglo XXI
Se trabaja diariamente para desentrañar la trama compleja de la realidad, para ser testigos de lo que se quiere ocultar, para ponerle un freno a la impunidad.
Ser periodista es comprometerse con la verdad, ponerle sonidos y palabras al silencio cómplice del poder y la corrupción, hacer que el lector, desde el sillón de su casa, pueda ser capaz de mirar y oír esa realidad que se quiere vetar, eso que no se conoce pero se debe saber
Ser periodista es entretejer un lazo invisible con la gente para descubrir sus angustias, sus anhelos, su desprotec- ciòn, su lucha diaria y desigual. No dejarse vencer por la concentración de la riqueza en un puñado de grupos económicos, quienes quieren manipular nuestro pensamiento y nuestra forma de vida.
No permitir que se enajene nuestro patrimonio cultural, luchando contra la impunidad de un sistema injusto, contra la inmoralidad del hambre, la miseria, el de sempleo, la falta de educación, la soberbia de los poderosos. Nuestro trabajo día a día es ser portavoz del pueblo, sin doble discurso. Con orgullo podemos afirmar que no somos voceros de los poderosos y publicamos con total libertad nuestras ideas. Para darle espacio a quienes no lo tienen. Para que este oficio, catalogado por García Már- quez como “el mejor del mundo” tenga su sentido.
Ya lo dijo José Saramago “Vale la pena ser periodista porque hay otra opinión pública más allá del imperio y de los multimedios vendidos al poder o que se creen el poder”
Mariano Moreno fue arrojado al destierro, fue envenenado en alta mar. Nadie pudo acallar su voz discordante. La sociedad argentina ha ganado la batalla en la lucha por el derecho a ser informada Hoy rescatamos el ejemplo de Mariano Moreno y seguiremos trabajando para que los navegantes no sean condenados al naufragio
Respetando sobre todo al lector, al ciudadano nos unimos a ellos en su lucha. Los pueblos se rebelan, se unen, se levantan, batallan. Ser periodista es comprometernos con este accionar. Porque nos espera un mejor destino. Porque seguiremos trabajando para despertar conciencia en niños, ancianos, desocupados, personas que sufren la injusticia social. Luchando y trabajando por un futuro que cambie la historia.
Por eso hoy rescatamos el ejemplo de Mariano Moreno. Por eso en nuestro día, parafraseando el texto de Eduardo Galeano cito en el principio de esta nota sostenemos vehementemente “que la única forma de hacernos callar, aun muertos, es que nos cosan los labios”
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