La semana pasada los argentinos volvimos a sentir el dolor de una herida no cicatrizada: mediante el pago de una abultada fianza el señor Omar Chabán podría recuperar su libertad. El día anterior la ex funcionaria menemista María Julia Alzogaray obtenía la misma.
Supongo que como la mayoría de los argentinos no podía creer lo que los titulares de los grandes diarios anunciaban. Una sensación de desamparo y hastío total hacia la justicia se apoderó de los ciudadanos de este vasto país
Es que la carga sobre nuestras espaldas es mucha: son demasiadas las injusticias cometidas a lo largo de nuestra historia. A veces me sorprende la cordura con la cual absorbemos este tipo de acontecimientos. Es penoso que experimentamos una total falta de compromiso en lo referente a la solidaridad y la acción frente al fallo dispuesto por la justicia respecto al dueño del local “Republica Cromañon”
¿Cómo puede ser que la defensa de la persona detenida por esta tragedia aconseje a su cliente “permanecer en prisión”? ¿Es que acaso este es el país del mundo al revés? ¿Vivimos en un país bana- nero?
Tratando de no realizar evaluaciones simplistas ni reduccionistas no logro comprender como ciudadanos no salimos en masa a la calle, cacerola en mano, para defender a los familiares y amigos de las victimas y condenar la impunidad. O somos una sociedad egoísta, que solo defendemos causas que sean exclusivamente las que competen nuestro entorno socioeconómico?
¿Por qué salimos el 19 de diciembre de 2002 a la calle? ¿Porque habían tocado el bolsillo y el interés económico de buena parte de la clase media? También me pregunto porque el Sr Blumblerg organizó una marcha del dolor que reunió 150 mil personas y ninguna protesta organizada para clamar justicia por la muerte de 193 personas reunió siquiera aproximadamente esa cifra?
Existe una larga y penosa historia de hechos irregulares en el funcionamiento del poder judicial y, aun peor, relaciones incestuosas y corruptas entre este y el sistema político. No salimos a golpear nuestras cacerolas como lo hicimos anteriormente cuando pedimos la renovación de la Corte Suprema porque mejore este sistema y se depure, porque de una vez por todas no haya justicia para los más ricos, ni gocen de privilegios exarcebados quedando excluidos los más debiles.
A este sistema judicial, que hoy atraviesa una crisis profunda, debemos exigirle el fin de una era de impunidad, basta de clientelismo político, de ineficiencia y lentitud en los procesos, de evadir y cajonear investigaciones. No “archivemos” en nuestra memoria estas cuestiones.
Los culpables deben ser castigados. Es Estado es culpable. Ibara y sus séquitos son culpables por no haber garantizado la seguridad necesaria y haber permitido que ese recital se llevara a cabo en un local que no poseía las condiciones edilicias en orden y eso desencadenó en una tragedia No nos engañemos ni nos dejemos engañar. Chabán no es el único responsable como tampoco en otro sentido lo es María Julia. Son muchos los “peces gordos” que aún están sueltos.
Y caminan por la calle muy tranquilos habiendo sido responsables de la muerte de 30 mil argentinos, como en el caso de los ex dictadores, o como los encargados de llevar a cabo la represión que termino en masacre el 19 y 20 de diciembre de 2002, o los responsables de la muerte por gatillo fácil o los de la muerte de los piquetes en Puente Avellaneda.
La lista es interminable. ¿Qué es lo que aguardamos para poner fin a esta cadena de corrupción? Recuerde que usted, lector, no se encuentra exento de sufrir las consecuencias de este nefasto sistema en que estamos inmersos. No aguarde a que la desgracia toque a su puerta para clamar justicia
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