El argumento en esta oportunidad es que la caída de los precios internacionales de los principales cultivos pone en riesgo la rentabilidad del sector y, por lo tanto, las inversiones futuras. Sin embargo, más allá del factor desencadenante, lo que está en juego es la distribución de la riqueza que genera el país.
Los especialistas consultados coincidieron en que la rentabilidad disminuyó fuerte, sobre todo en el caso del maíz y el trigo, pero el balance sigue siendo positivo para el conjunto de la producción, aún sin contar el 10 por ciento que recuperó la soja durante las dos últimas semanas.
Según la consultora agrícola Grupo CEO, en el núcleo conformado por Pergamino y sus alrededores ( Colón, Rojas), la rentabilidad neta del maíz arroja un quebranto de 300 pesos por hectárea. Pero para la soja y el girasol la rentabilidad es de 281 y 163 pesos por hectárea, respectivamente.
La ecuación integral mejora si se contabiliza los buenos resultados de la leche y la ganadería. En los tambos intensivos la ganancia neta alcanza los 692 pesos por hectárea (219 por ciento más que en diciembre de 2001) y para la cría invernada promedia casi 150 pesos por hectárea.
La mayoría de los productores combina maíz con soja, carne o leche. Por lo tanto, es difícil encontrar unidades productivas defici tarias. Esta situación se refleja en el precio de la tierra que aumentó un 50 por ciento desde la salida de la convertibilidad. En la zona maicera se cotiza a 5400 dólares por hectárea, cuando el promedio entre 1997 y 2004 fue de apenas 2622 dólares.
La ganadería
La posibilidad de complementar agricultura con ganadería es un buen incentivo para los productores debido al bajo precio del maíz. Cuando las crías son separadas de la madre pesan cerca de 180 kilos, pero la faena recién se concreta cuando llegan a un mínimo de 300 kilos. El engorde se produce con pasto y suplemento de maíz.
Se les da de comer 4 o 5 kilos de maíz por día y por cada 3 kilos de maíz se logra un kilo de carne. El costo de hacer un kilo de carne dándole maíz es de 60 centavos y el novillo liviano se puede llegar a vender a 2,20 pesos el kilo. Además, las exportaciones de carne tienen sólo un 5 por ciento de retención, mientras que la soja y el maíz tienen 23,5 y 20 por ciento, respectivamente.
En el caso de la leche la diferencia de rentabilidad también es importante. Las vacas reciben 5 kilos de granos por día y producen 20 litros de leche que el productor comercializa a 0,45 centavos el litro, incrementando su rentabilidad de manera notable.
Eduardo Buzzi, presidente de la Federación Agraria, reconoció que “los productores que combinan maíz con leche, ganadería o cerdos pueden estar haciendo una buena diferencia, pero no todas las situaciones son iguales”.
El problema mayor lo tienen aquellos empresarios que abandonaron la producción de leche o la cría de ganado cuando los precios eran bajos y se dedicaron a cosechar maíz. Para volver a la ganadería necesitan montar los alambres, poner las aguadas y comprar la hacienda, lo cual resulta difícil si no tienen acceso al crédito.
Además, las vacas para carne aumentaron casi un 20 por ciento porque, con el precio del maíz bajo, la ganadería incrementó su rentabilidad. También resulta difícil reinstalar un tambo por el alto costo de las vacas lecheras, que oscilan entre 1800 y 2000 dólares, y la inversión tecnológica que se requiere para obtener buenos rindes de leche.
Si el productor alquila la tierra la ecuación es más complicada porque el año pasado se firmaron contratos de arrendamiento por cifras muy elevadas debido al precio de la soja. En zonas del oeste deBuenos Aires se llegó a pagar más de 150 dólares por hectárea cuando el precio normal está por debajo de 100 dólares.
No obstante, es muy difícil encontrar productores agrícolas que se especialicen en un solo cultivo. Juan Carlos Porsmann, profesor de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad de Rosario, señaló que “el nuevo paradigma tecnológico hace hincapié en la siembra directa, el uso de transgénicos y la diversificación, incluyendo al maíz en esa rotación”.
El maíz suele alternar con la soja y si bien el precio de la soja también cayó, lo hizo en relación con cifras exorbitantes cercanas a los 700 pesos la tonelada, que les garantizaron a los productores una renta histórica.
En un informe realizado a fines del año pasado por la Bolsa de Cereales se detalla que la renta agrícola en los últimos tres años acumuló 9088 millones de dólares. Entre 1991/92 y 1997/98 la renta promedio fue de 78 dólares por hectárea sembrada. Luego vino un período de baja rentabilidad en donde el promedio se redujo a 2,7 dólares por hectárea.
Mientras que la combinación de precios internacionales altos y tipo de cambio real competitivo hizo que entre las campañas 2001/’02 y 2003/’04 la renta se ubicara en 125,4 dólares promedio por hectárea. Pese a ello, el campo siguió cuestionando las retenciones dando lugar a una ácida respuesta del ministro Roberto Lavagna, quien el año pasado afirmó que “la gente de campo siempre llora”.
En el Gobierno conocen los números del sector y se niegan a implementar una baja generalizada de las retenciones en las condiciones actuales. Un funcionario de la Secretaría de Agricultura señaló que “nadie discute que la rentabilidad va a ser menor, pero los productores tienen que saber equilibrar sus números porque ninguno tiene monocultivo”.
En las negociaciones que mantienen, el secretario de Agricultura, Miguel Campos, ofreció bajar el IVA de los fertilizantes de 21,0 a 10,5 por ciento y tomar una medida similar para abaratar el precio de la urea, pero las entidades se mantuvieron firmes en su pedido de baja de retenciones evidenciando que, más allá de las restricciones coyunturales que puedan tener, lo que está en discusión es la histórica puja distributiva que resurgió con la devaluación.
En el sector afirman que la presión fiscal alcanza el 56,4 por ciento en el caso de la soja, mientras la presión para el conjunto de la economía equivale al 27 por ciento del PIB. El problema es que la evasión en el campo ha sido históricamente alta y las retenciones constituyen una vía segura de recaudación para el Gobierno.
Ernesto Di Rocco, economista del CEB, afirmó que una opción para reducir la presión impositiva sobre el campo sin que se incremente la evasión “es tomar parte de las retenciones a cuenta del Impuesto a las Ganancias”.
Otros analistas consultados por este suplemento señalaron que las retenciones son la mejor forma de redistribuir el ingreso al interior de la sociedad, pero propusieron implementar retenciones móviles para acompañar el ciclo de precios sin poner en riesgo el desarrollo del sector. (Fernando Krakowiak)
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