La década menemista dejó huellas profundas económicas y sociales a lo largo y ancho del país. Sin embargo la herencia más difícil de “exorcizar” será la cultural. La historia de una mujer colonense, revela en nuestra propia “patria chica”, la indeferencia de los sectores políticos y la injusticia de aquellos que detentan el poder. La impronta de Carlos Menem sobrevuela también las calles de Colón. La cruda realidad nos muestra a una mujer que a pesar de su brillantez intelectual fue denigrada hasta transformarse en una mendiga . El calvario aconteció cerca y seguramente decenas de veces, una mujer diminuta golpeó nuestras puertas pidiendo un pedazo de pan. La historia paradójicamente muestra el sendero de una nueva argentina, construido en la silenciosa ayuda de decenas de personas que formaron una cadena solidaria para que un ser humano recuperara su dignidad. “Si te postran diez veces, te levantas otras diez, otras cien, otras quinientas: no han de ser tus caídas tan violentas ni tampoco, por ley, han de ser tantas. Con el hambre genial con que las plantas asimilan el humus avarientas, deglutiendo el rencor de las afrentas se formaron los santos y las santas”...
El lunes 1º de noviembre de 2004, Raquel Calcaterra comenzó una nueva vida. Sus pasos seguros se oyeron en la Biblioteca Nacional. Era el primer día de trabajo y a pesar de los miedos que la acompañaban dejo atrás los fantasmas de su pasado. La misma mujer hace pocas semanas recorría las calles de nuestra ciudad mendigando para poder sobrevivir.
La historia
Raquel Calcaterra siempre fue una brillante alumna. Sus padres vivían en una pequeña casa ubicada adyacente a la Escuela Nº 2. Se recibió en 1965, en la antigua Escuela Nacional de calle 46 y 20. Las enseñanzas de Regina Tesadro, Juan Arévalo Urquiza y Hugo Jordán quedaron gravadas a fuego. Las notas en la vieja libreta muestra una alumna excelente.
Los cinco años que duró la secundaria fue abanderada con un promedio de 9.87 La joven mujer con el título bajo el brazo, ingresó al Profesorado en Letras de Pergamino y años después viajó a la Capital Federal, donde se recibió de Bibliotecaria con un promedio de 10. La propia Asociación de Bibliotecas Argentinas la premió con una medalla de oro.
En 1978 ingresa a trabajar a una biblioteca de la gran urbe. En la década del noventa a pesar de su experiencia y antigüedad vientos de cambios se aproximaban a su vida. Carlos Menem y su política “neoliberal” comienzan a “soplar fuerte” y la co- lonense queda cesante . La vida continuaba y Raquel decide repartir volantes, cuidar chicos. En una palabra sobrevivir. No era un buen momento en el país y decidió regresar y refugiarse en Colón. Lo primero que hizo fue arreglar la casa de sus padres que estaba deteriorada. Se endeudó y perdió lo poco que tenía.
La desesperación la fue invadiendo. Un 31 de diciembre llegó a la casa de su entrañable amiga Margarita Aragón y desolada dijo: “Si no me podes dar un lugar, tendré que irme a dormir en la plaza San Martín”. Raquel estaba decidida a torcer la historia. Golpeó puertas de empresas, pidió trabajo en la Municipalidad ( de este y el anterior gobierno) pero nadie escuchaba sus ruegos. “Ya vamos a ver si la podemos llamar” era la repuesta que diariamente encontraba.
Sin embargo como dice el refrán “Dios aprieta pero no ahorca”. En una conversación, Raquel se enteró que docentes colo- nenses iban a visitar la Casa Rosada. La mujer escribió una carta al presidente Nestor Kirchner que llegó a manos de la Dra. Nora César.La funcionaria realizó las respectivas averiguaciones y no podía salir de su asombro. Los datos fueron corroborados y Raquel fue citada para rendir un riguroso examen.
El resultado fue brillante. Los examinadores no podían explicarse como esa mujer algunas semana atrás mendigaba para sobrevivir en las calles de Colón. Margarita Aragón se emociona al recordar: “ Raquel es una persona humilde, en mi casa ocupó un dormitorio y es incapaz de tocar una moneda, hubo mucha gente que la ayudó”. Agregó “un día me dijo con vergüenza, que cuando estaba en la calle mendigaba, ahora me puse muy contenta porque se muy bien lo que vale como persona”.
El lunes la colonense miró los libros de la Biblioteca, tal vez no pensó que en uno de ellos podría reflejarse su propia historia.Quizás pensó en una poesía de Alma fuerte tantas veces repasada y que dice:
“No te des por vencido, ni aun vencido, no te sientas esclavo, ni aun esclavo; trémulo de pavor, piénsate bravo, y arremete feroz, ya mal herido.
Ten el tesón del clavo enmohecido que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo; no la cobarde estupidez del pavo que amaina su plumaje al primer ruido...
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