En el lugar debido a su ceguera y los problemas que tiene de trasladación seguramente no hubiera sobrevivido una semana. Un policía lo rescató y lo cobijó en su vivienda, evitando de esta forma que el animal terminara sus días trágicamente.
El can en cuestión evitó por lo menos tres escapes de presos. Los calabozos de Colón eran muy precarios (hasta hace un año) y los presos solo debían doblar una malla realizada con hierro de construcción y luego sacar una chapa de plástico ubicada en el techo para quedar en libertad. El perro con sus ladridos evitó las fugas.
Por otro lado, en la fuga masiva donde quedó imputado gravemente un policía que estaba de guardia cuidando los calabozos, la justicia supo el horario de la huida porque el perro persiguió a los fugitivos hasta el tapial de calle 18.Son sólo algunas de las historias del perro que mostró códigos absolutos de fidelidad con sus “amos” los comisarios y policías. En cualquier fuerza de seguridad, un perro de estas características hubiera sido simbólicamente condecorado y cuidado. Sin embargo una orden (no sabemos de quien) hizo que “Chiquito” por poco terminara sus días en los caniles, donde iba tener que luchar desigualmente para sobrevivir.
(las personas entendidas y que conocen una canilera donde existen gran cantidad de perros lo saben). El sentido común nos indica que difícilmente quien no respete los derechos de una animal puede llegar a comprender y haber respetado o respetar los derechos humanos.
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