En la década de los setenta, el ex ministro de economía Alfredo Martínez de Hoz argumentaba que: “era lo mismo una fabrica de caramelos que una acería”.
Las consecuencias se vivieron décadas después. En el presente, nuestro país con mucho tesón logró poner en funcionamiento un histórico horno en la ex Somisa de San Nicolás.
Años después, Domingo Felipe Cavallo, señaló con total desparpajo que: “los científicos del CONICET se fueran a lavar los platos”.
En los noventa, muchas universidades quedaron sumidas en el abandono presupuestario y la decadencia. Pero el mayor símbolo emblemático fue Carlos Menem.
El riojano valorizó lo externo sobre el interno y llevó a su pico máximo la «farandulización» de la política. El costo fue un país sumido en la miseria económica, ética y moral.
El gobierno de Néstor Kirchner, hace delicados equilibrios, recorre con paciencia un estrecho sendero para devolver al país parte de lo perdido.El actual Presidente recurre a los “gestos simbólicos” para proyectar valores que la sociedad debe recrear.
En los últimos tiempos visitaron Colón economistas, literatos, periodistas, filósofos, docentes y ninguno recibió el título de “huésped de honor” a pesar del curriculum que los precedía.
En cambio (no hablamos de merecimientos o no) fueron homenajeados dos artistas. La balanza del sentido común, los espacios y el equilibrio que como sociedad debe dar parecen irremediablemente “rotos”.
Volvemos a repetir “Para educar a un niño hace falta todo una aldea” y en muchos casos la simbología que transmitimos va formando a las futuras generaciones.
|