Colón:La historia de dos jóvenes diferentes y un crimen que pudo haberse evitado

(NOTA DE DOMINGO LA CAPITAL) La ciudad bonaerense de Colón vivió una triste historia de horror en los últimos días. Una semana después del asesinato de Pablo Fullana Borsato, ocurrida la madrugada del domingo pasado, la pequeña localidad ubicada 144 kilómetros al suroeste de Rosario sigue sin poder salir del estado de estupor y está movilizada tras un pedido de justicia. La víctima tenía 36 años y se había recibido de arquitecto. Artista y militante del colectivo que reúne a lesbianas, gays, bisexuales, personas transgénero e intersexuales (Lgbti), fue masacrado con 54 puñaladas en el living de su casa en un oscuro episodio. Por el crimen fue detenido Leonel Fazio, un pibe de 18 años descripto por los vecinos colonenses como «descarriado, conflictivo y violento». Incluso su madre, María de los Angeles, confesó: «Lamento ser la madre de un monstruo y quiero que pague lo que hizo. Quiero Justicia por Pablo. Le pedí ayuda a todo el mundo. Quería que internaran a mi hijo porque estaba claro que algo malo iba a hacer. Pero nadie me escuchó. Nadie me dio una solución».

Todos en Colón están convencidos que el asesinato de Pablo Borsato pudo haberse evitado a partir de las distintas alarmas que el sistema recibió sobre lo «incontrolable» que estaba Leonel en los últimos meses. El homicidio puso bajo la lupa el accionar del Estado y sus instituciones, que no registraron las alertas a las que refiere María de los Angeles y su familia. Tampoco fueron escuchadas las distintas denuncias que víctimas de robos y hechos de violencia documentaron en la Estación Comunal de Policía de la localidad ubicada al norte de la provincia de Buenos Aires. «Leonel estaba incontrolable, por eso ya no vivía con nosotros. Yo pedí ayuda al hospital municipal, al servicio local, a la psiquiatra, a una institución de menores y a la fiscal Magdalena Brahm. Yo no tengo dinero para internarlo en un centro privado. La fiscal me dijo que no había centros públicos para internarlo: «Usted, como madre, se tiene que hacer cargo de su hijo»», me respondió.

En principio, desde el colectivo Lgbti de Colón en el que Borsato militaba denunciaron que el homicidio había ocurrido en un contexto de odio por la condición sexual de Pablo. Un elemento que, en principio, fue desestimado por el fiscal Ignacio Uthurry, quien conduce la investigación: «No hay un sólo indicio por el momento de que se trate de un crimen de odio», indicó.

Fuentes allegadas a la investigación indicaron que «ni la familia ni miembros del colectivo Lgbti que declararon en el expediente denunciaron como contexto un crimen de odio y tampoco que hubiera una relación entre la víctima y el supuesto victimario».

Una sociedad conservadora

Dos horas en auto separan Rosario de Colón. Asentada sobre las ruinas de lo que fuera sobre fines del 1800 el Fortín Mercedes, parte de la frontera defensiva contra el indio ranquel. Está ubicada a la vera de la ruta nacional 8 y es una ciudad cuadrada y lógica. La inmensa mayoría de sus calles están numeradas. Sus bulevares están a la sombra y el aroma de los tilos. Las vías del ex ferrocarril Mitre la parte en dos: la Colón bien presentada y la otra, la de «atrás de las vías», la de barriadas más empobrecidas. Allí viven entre 25 y 27 mil vecinos según la fuente con que se hable en un casco urbano cuya mayor concentración está en un cuadrado de 26 cuadras por 26. Basta un puñado de minutos para entender que la colonense es una sociedad conservadora. «¿Conservadora? Más que conservadora es facha. Todos los que nos fuimos de Colón sufrimos mucho esa mirada única y autoritaria en el pueblo», explicó una amiga de Pablo, quien ya no reside en la ciudad y que con el mismo rasgo que describe pidió la reserva de su identidad.

Sus residentes recuerdan que la ciudad es un lugar donde en diez años hubo un solo homicidio, pero que en los últimos doce meses se acumularon varios asesinatos, uno de ellos con cuatro víctimas.

«Algo raro está pasando. Este era un pueblo tranquilo, pero en el ultimo tiempo están pasando cosas raras. Hechos que no se vivían», explicó una vecina. Entre esos homicidios, incluido el de Pablo, la mayoría de los vecinos resaltaron el que tiene como protagonista a Mafalda Secreto, una mujer de 62 años que el 1º de junio pasado mató a su marido, desmembró el cuerpo con una amoladora y lo arrojó al costado de la ruta 8. Mafalda espera en prisión domiciliaria un juicio por jurados.

Dos caras opuestas

Pablo Fullana Borsato era nacido en Colón. Una vez finalizada la secundaria se radicó en Rosario donde estudió arquitectura y teatro. Entre la decena de actividades que llevó adelante militó un par de años, entre 2005 y 2007, en la agrupación Giros cuando el hoy partido político Ciudad Futura desembarcó en barrio Nuevo Alberdi con la idea de instalar un centro cultural y un tambo. Con el correr de los años viajó por Chile, Paraguay, México, Italia y España.

Hace poco más de un año, tras residir un tiempo en Barcelona, Pablo volvió a la tierra que lo vio nacer. Lo hizo declarándose abiertamente gay, militante del colectivo Lgbti y gestor cultural. Su último proyecto fue el Museo a Cielo Abierto para convertir el lago municipal de Colón en un espacio artístico. Además de ser su tesis de sociología urbana, el proyecto había sido declarado de interés municipal.

Leonel Fazio encarna la contracara de Borsato. En sus casi 19 años sólo salio de Colón para estar internado en institutos para pibes violentos y con problemas ante la ley, de los cuales se escapó. Del Hogar Convivencial Raúl Pérez Carreño de La Plata y de la Casa del Niño William Morris ubicada en la localidad bonaerense de Hurlingham. Fue judicializado en 2016, cuando su madre denunció que no podía contenerlo. Como mayor, desde diciembre pasado, tiene anotaciones judiciales por haber amenazado de muerte a su madre y a su hermana Yamila. Según explicó su mamá, al cumplir los 18 años lo echó de su casa y desde entonces, tras vivir un par de meses en un merendero del pueblo, está en situación de calle.

«Para todos es la «peste». Pero es un pibe callejero, y viste como es un pueblo, te haces la fama y ya está. Este pibe se había escapado de La Plata y con eso alcanzaba. Lo que pasa es que si en un pueblo de 25 mil habitantes te marcan, cagaste», contó un muchacho que trabajaba cortando pasto a metros del municipio el jueves pasado.

Puertas adentro

Lo que sucedió el 1º de diciembre entre las 4 y las 6 de la mañana en la casa de Borsato, ubicada en calle 45 entre 22 y 23, atravesó a todos los integrantes de la sociedad colonense. Esa es la ventana de tiempo en la que se estima que Leonel mató a Pablo, quien lo llevó a su casa mientras su mamá estaba de viaje. El momento en el que un muchacho que ante los ojos de la sociedad tenía futuro chocó con su contraparte, un pibe sin futuro aparente.

«Fue el encuentro de un muchacho de bien con el Joker (el Guasón). Porque Leonel para Colón era eso: el Joker», explicó una vecina de la casa. El fiscal aún trata de definir cuál fue el punto de encuentro entre los protagonistas. Y los investigadores estiman que los jóvenes se conocían del merendero en el que supo vivir Leonel y en el que Pablo colaboraba. Fuentes de la pesquisa aún trabajan para determinar la mecánica del hecho.

En principio se infiere que Leonel le pegó con una botella en la cabeza a Pablo mientras éste dormía y luego lo atacó con una navaja provocándole heridas «anárquicamente» —según la autopsia— que afectaron el corazón, el pulmón, el hígado y el paquete vascular del cuello. No hay en el cuerpo de la víctima heridas defensivas, indicaron los pesquisas, y todas las heridas fueron hechas en vida. “No existió una puñalada mortal sino que fue el conjunto de heridas lo que le provocó un shock que fue la causa de muerte. Se desangró”, explicó un vocero.

   Luego Leonel tomó una mochila que estaba en la casa de Pablo, cargó tres botellas de bebidas alcohólicas y se fugó. El cuerpo de Pablo estaba desnudo de la cintura hacia abajo en medio de un charco de sangre cuando uno de sus primos lo encontró a las 16 del domingo pasado, doce horas después del crimen. En la escena secuestraron una navaja, que podría ser el arma utilizada.

Contención no, marchas si

Si bien la verdad del expediente no tiene documentados testimonios que delaten un crimen de odio, el asesinato de Borsato permitió visualizar un cuadro de intolerancia en cierto sector de la sociedad. El colectivo Lgbti+ denunció que “Colón es una ciudad muy conservadora” en la que “no existe contención, no hay psicólogos con perspectiva de género y tampoco contamos con una Secretaría de Diversidad o Defensoría LGBT+”, según lo expresado en el comunicado con el que se convocó el miércoles al mediodía a una marcha para repudiar el asesinato. Ayer, en tanto, se hizo público que el sábado 21 a las 16 se realizará una marcha del orgullo gay desde la Plaza San Martín, una iniciativa en la que trabajaba el arquitecto asesinado.

   “El asesinato de Pablo dejó muchas cosas para reflexionar. Demasiadas de ellas malas. Pero entre las buenas se pudo ver que hubo un grupo de pibes, sean del colectivo que fueran, que tomó las calles y se animó a reclamar, a hacer sentir su voz. Pablo era un sol que quería ser reconocido. Pensar que su asesinato llevó a Colón a la tapa y las portadas de diarios y noticieros de todo el país da escalofríos. Pablo será reconocido también, a partir de su muerte, por su capacidad para construir arte y el reclamo de derechos”, explicó una de sus amigas.

   El miércoles, alrededor de tres mil personas caminaron en silencio desde la vieja estación del ferrocarril, donde funciona el Museo de la Ciudad en el que trabajaba Pablo, hasta la Fiscalía Descentralizada. En el cruce del bulevar 17 y calle 49, un stencil con el rostro de Borsato marcó un lugar de memoria.

La caída

Tras el asesinato Leonel trató de buscar ayuda en la casa de su madre y hermana en el barrio Rivadavia, dos mujeres a las que había amenazado de muerte, a unas 12 cuadras de la escena del crimen. Iba con sus ropas bañadas en sangre según dijeron las mujeres. En ninguna de las dos casas fue bienvenido. Ninguna le abrió. Alrededor de las 9 volvió al centro y en inmediaciones de calles 48 y 22 ,con los pantalones bajos, trató de atacar a una mujer de 81 años. Un vecino que vio su accionar llamó a la policía y fue apresado. Siete horas más tarde fue descubierto el cuerpo de Pablo. El fiscal Uthurry lo acusó por homicidio agravado por alevosía, ensañamiento y amenazas en el caso de la anciana.

   Tras acusarlo, el fiscal solicitó que una junta médica examine a Fazio para determinar si es imputable. El viernes fue sometido a entrevistas con psicólogos y psiquiatras. Fuentes allegadas a la causa confiaron que en marzo pasado, cuando el pibe fue imputado por amenazar con una cuchilla a su hermana, otra junta determinó que era imputable.

   También se recordó que al cumplir 18 años las anotaciones judiciales que Fazio tiene como menor dejaron de influir como antecedentes en su prontuario. Las fuentes indicaron que tenía “varias causas en trámite pero por delitos menores” e incluso tenía una “suspensión de juicio a prueba” otorgada en octubre de este año. La Justicia bonaerense tiene un plazo máximo de 30 días para resolver si convierte la detención de Leonel en prisión preventiva.

   Mientras tanto Colón trata de volver a su ritmo normal aunque sus calles se vean cortadas por las marchas que piden justicia y en los puntos de reunión de los jóvenes y no tan jóvenes se habla de una violencia que antes sólo se veía por televisión.