Colón: El escritor Leónidas Cerruti presenta «Clase contra clase: Argentina entre 1952 y 1976»

El historiador argentino Leónidas «Noni» Ceruti presentará este próximo sábado 15 de junio su libro «Clase contra clase: Argentina entre 1952 y 1976». Será en la Biblioteca Popular Mariano Moreno, a las 17.30 hs. ubicada en calle 46 entre 20 y 21. El es evento auspiciado por la Municipalidad de Colón a través de su Dirección de Cultura. Cerruti es de Colón y vivió varios años en Hughes.

Dice el autor en La Capital: «No hay que inventar nuevos sujetos de la transformación, la clase obrera sigue siendo ese sujeto, más allá de que a veces esté en una calma chicha». El historiador rosarino Léonidas Ceruti habla en presente, pasado y futuro. Acaba de presentar «Clase contra clase, Argentina entre 1952 y 1976, el quinto relato». Reafirma allí, a través de la investigación y el recorrido sobre los principales acontecimientos de aquellos años, su convicción sobre el protagonismo de la clase obrera en el «conflicto central» de las décadas del 60 y 70, que fue «la lucha de clases». Un período que constituyó «un punto de inflexión en la historia reciente», y que encontró en la última dictadura militar, la respuesta brutal del capital a la «indisciplina social y productiva». Recoge en ese trabajo «el accionar de la burguesía con los distintos planes económicos, políticos, sociales y represivos que implementó y las reacciones de los trabajadores, con épocas de luchas, otras de consenso pasivo, de negociaciones, de persecuciones, de nuevas experiencias». Como toda mirada histórica, los debates y reflexiones van más allá de ese período y reaparecen con actualidad frente a la conmemoración del 1º de mayo , en el año del 50º aniversario de los rosariazos.

—¿Por qué el quinto relato?

—Parto de un planteo que hizo el sociólogo Cristian Castillo respecto de los relatos acerca de lo acontecido en las décadas de los 60 y 70. El primero fue el de los militares, expresado en el documento de la Junta Militar al final de la última dictadura, en el que plantea que hubo excesos y errores cometidos en el marco de la lucha contra la subversión. El segundo es el del Nunca Más, que plantea la teoría de los dos demonios, durante el alfonsinismo. El tercero se hace fuerte a partir del 20º aniversario del golpe, con la reivindicación de los revolucionarios de los años 60 y 70, pero fundamentalmente a los miembros de las organizaciones armadas. Castillo plantea un cuarto relato, que ve como la fuerza revolucionaria de los años 60 y 70 a la clase obrera. Yo coincido con eso pero doy una vuelta de tuerca, en el sentido de que para mí el protagonismo en esos años fue de la lucha de clases entre la burguesía y la clase obrera. Y que fue la clase obrera la que arrastró a las fuerzas revolucionarias y produjo lo que se denominó la nueva izquierda.

—¿Por qué el recorrido arranca desde el 52?

—Porque allí comienza la crisis económica durante el segundo gobierno de Perón. Cuando se realiza el Congreso de la Productividad. Sigo con el golpe del 55 y después voy haciendo un recorrido de lo que fueron los planes económicos, políticos y represivos de la burguesía, y cómo la clase obrera respondió ante esto y fue enfrentando los distintos planes. Hasta llegar al 76, cuando se produce el golpe, que fue contra la clase obrera, con miles de trabajadores desaparecidos. La junta militar vino a personificar al capital para poner orden en el corazón del capitalismo, que es en la producción, en la fábrica.

—Citás al respecto las declaraciones de Juan Alemann en el diario La Nación en el año 87.

—Ese reportaje es clave porque el ex secretario de Hacienda de la dictadura le preguntan por qué los militares no habían privatizado las empresas públicas, con todo el poder que tuvieron desde el 76. Y Alemann dice claramente que ese no era el objetivo que tenían. «El objetivo nuestro era derrotar al movimiento sindical y desarticular a las organizaciones obreras», dijo. Se ve también en los comunicados de la Junta y en su accionar. Una represión que había ya iniciado Isabelita.

—¿Cómo fue la respuesta de la clase obrera en todo ese proceso?

—Hubo varias respuestas. En el 52, cuando crece mucho el conflicto social durante el segundo gobierno de Perón, se lanza el Congreso de la Productividad, algo que ahora se empezó a investigar un poco más. Fue impulsado por la CGE, con Gelbard a la cabeza, la CGT y desde el Estado. Allí se pide más producción y más disciplina en las fábricas. Es decir, más explotación. Y Gelbard lo dice claramente: no puede ser que un negro toque un pito y pare una fábrica. Después, el golpe del 55 significa un golpe contra el peronismo y la clase obrera. Aramburu adopta medidas para atacar algo que en todo ese recorrido histórico es un actor central: las comisiones internas y los cuerpos de delegados. Esa persecusión se va a dar también durante el gobierno de Frondizi y el de Onganía. Siempre fue una constante atacar a la primera barrera que ponen los trabajadores contra el avance del capital, que es dentro de la fábrica. A diferencia del sindicato, el cuerpo de delegados y las comisiones internas están del alambrado para adentro. Por eso fueron los más reprimidos. El ejemplo claro fue el de Ford. En el libro recorro las más variadas formas de lucha que tuvo la clase obrera, que se van enriqueciendo una en una y van sumando experiencias.

—Incluso las que aporta la burocracia sindical.

—Sí. Por ejemplo, el plan de lucha del 63 de la CGT es organizado por una conducción sumamente burocrática. Pero como decía Horacio Zamboni, era una burocracia que ganaba conquistas y conseguía aumentos. Las cuatro etapas del plan de lucha del 63 al 66 tiene distintas facetas. Hubo manifestaciones, actos, cabildos abiertos, hasta la toma en un día de 11 mil fábricas al mismo momento. Y esa experiencia fue una enseñanza para lo que vino después, con las tomas de fábricas que se dieron en los 60 y 70 en el cordón industrial de la zona norte de Rosario, en Córdoba, etcétera. Se van perfeccionando formas de organización, desde los piquetes hasta las asambleas, que primero se hacían en los sindicatos, luego se hicieron en las puertas de las fábricas y después pasaron adentro. Y de allí se pasó a las asambleas interfabriles. El pico se alcanzó durante el rodrigazo, con la coordinadora de gremios en lucha, cuando obligan a la CGT a dictar dos paros, uno de 24 y otro de 48 horas. En ese recorrido es muy interesante lo que sucede después del golpe del 55, cuando hubo muchos dirigentes que traicionaron y que incluso no querían conmemorar el 17 de octubre. Las bases sindicales, surgidas de las comisiones internas, reemplazan a muchos dirigentes. Hay una nueva camada, que protagonizará huelgas muy importantes a fines de los años 50 y en los años 60. Y después está el golpe del 66. Más allá de que fue apoyado por los burócratas, las huelgas que se dan contra el plan económico que va imponiendo Onganía crecen hasta que llegan al enfrentamiento en Tucumán, cuando matan en la zona azucarera a Hilda Guerrero de Molina. Y ahí empieza un recorrido, del cual se cumplen precisamente ahora 50 años, que es el de los «azos».

—Cordobazo y rosariazos.

—Comienza con la marcha del hambre en los pueblos del norte santafesino, en Villa Ocampo y Villa Guillermina, que marcharon hacia Santa Fe. Ahí participa Raimundo Ongaro y dirigentes como Héctor Quagliaro, de Rosario. Luego viene el correntinazo, el 15 de mayo, cuando matan a Cabral y el primer rosariazo, entre el 17 y el 21 de mayo. A ese primer rosariazo lo protagonizamos fundamentalmente estudiantes. Allí matan a Adolfo Bello el 17 y después a Luis Norberto Blanco, el 21. Y a los pocos días, el 29, se produce el cordobazo, donde se inaugura una nueva forma de lucha, que fue el paro activo y con movilización. El 16 y 17 de septiembre se produce el segundo rosariazo, que es el hecho maldito de la historia de Rosario.

—¿Por qué?

—Yo lo tomo de Beba Balvé y lo desarrollo. Porque acá se tenía memoria fundamentalmente del primer rosariazo. Y el segundo, que es el hecho de masas más importante de la historia de Rosario, con 200 mil personas en la calle, es el que menos se recuerda. Los protagonistas fueron los obreros. Comienza como un conflicto ferroviario. Empiezan las huelgas en toda la zona de Rosario. El gobierno de Onganía amenaza con la movilización militar. Y poco antes del 16 de septiembre se hace un plenario. Ya se habian unificado las dos CGT. Y una asamblea de la que participan 32 gremios, unas 5 ó 6 mil personas, decide hacer un paro de 36 horas. Y ahí vienen columnas de toda la zona. De la usina Sorrento, de Estexa, del Swift, de las fábricas metalúrgicas, de la zona oeste. Y los estudiantes universitarios nos fuimos sumando. El objetivo era llegar a la CGT de calle Córdoba y no se logra. Pero el centro se llenó de barricadas. Cuando la represión fue más fuerte, la población comenzó a replegarse hacia los barrios. Y ahí se suman a las barricadas las amas de casa, los chicos, los jóvenes. Codo a codo radicales, peronistas, comunistas, socialistas, independientes. Había mucha bronca, por la proscripción del peronismo, la quita de conquistas obreras, la situación económica la represión que iba en aumento. La lucha antidictatorial se expresaba claramente. A la noche interviene el ejército. El que comanda la represión es Galtieri.

—Es un momento crucial de la lucha obrera

—Después vendría el choconazo, desde diciembre del 69 hasta febrero del 70, que mostró otro nivel de oganización. También hay movimientos en Casilda y General Roca, Córdoba. Desde el 69 al 76 se produce le momento más rico de la lucha de la clase obrera. Se cuestionan un montón de cosas, y esa lucha influye sobre el resto de la sociedad. Se produce ese puente entre aquellos viejos militantes que venían del 55 o de antes a los jóvenes que se incorporan en el 69. En el mundo se estaba debatiendo todo. No había institución que no estuviera en crisis. Estalla el peronismo, el radicalismo la izquierda. Surge la nueva izquierda. Se debate la liberación nacional, la revolución, las formas para llevarlo adelante. Y ese debate era con acciones y protagonismo de las masas. Luego llega la primavera democrática con Cámpora. Ya con Isabelita, acabado el plan distribucionista de Gelbard, y con el lanzamiento del plan antiobrero de Celestino Rodrigo, la clase reacciona defendiendo sus conquistas. Hace que la CGT se ponga al frente y el gobierno se ve obligado a homologar las paritarias del 75, que tuvieron enormes conquistas. Pero la represión y la triple A se enseñoreaba ya por el país. Hay dirigentes obreros asesinados, presos, en la clandestinidad. Y luego viene el golpe, que es contra la clase obrera. La dictadura pone primero orden en la producción, en la fábrica, y luego pone orden en toda la sociedad.

—Fuiste parte de parte del recorrido histórico del libro.

—Quise publicar este libro porque era un compromiso con los compañeros desaparecidos del Socialismo Revolucionario, el grupo nuestro, que fue pequeño pero que tuvo mucha actividad en el movimiento obrero, sobre todo en la zona norte del cordón industrial. Y hay muchas de esas ideas fuerza. Por eso enfatizo las formas de organización y lucha de la clase obrera, y remarco que el protagonismo fue la lucha de la clase obrera y la burguesía..

—La discusión sobre la pérdida de centralidad de la clase obrera reaparece con fuerza frecuentemente.

—Hubo siempre intentos de sustituir a la clase obrera, de hablar en nombre de ella, de arrogarse su representación. Pero como dice la canción de Jaime Roos sobre el hombre de la calle: no me hablen más por él. Por eso es importante el respeto a la asamblea. Los que deliberan, deciden y ejecutan son los trabajadores. Hay momentos en que la clase está apagada y hay momentos en que reacciona y sale a la calle. En Argentina ha enfrentado planes económicos, represivos y políticos que buscaban cercenar su organización y su lucha, Y ha sabido responder. Viene de antes del 1º de mayo de 1890. Rosario tiene mucho que decir en ese sentido. Tiene el orgullo de ser una de las 40 ciudades en el mundo en las que se conmemoró el primer 1º de mayo.

—¿Cómo evaluás la situación actual?.

—El de Macri es un programa antiobrero y antipopular, que no sólo busca reducir el salario sino acabar con las conquistas y los convenios colectivos de trabajo. Muchos ya se modificaron a la baja. No se pudo sacar la flexibilización laboral en el Congreso pero los empresarios lo están haciendo de hecho. La presión al interior de las unidades de producción es impresionante. La respuesta depende de los trabajadores. Las manifestaciones son muy importantes. La huelga es la gran herramienta de la clase obrera, pero hay que enfatizar la lucha al interior de la fábrica. La lucha se hace difícil. Hay mucha desocupación. Pero lo que queda es enfrentar este plan económico, social y represivo. ¿Qué pasó cuando la clase obrera no resistió? Llegó la pauperización, la inmensa desocupación y la pérdida de conquistas. No hay que inventar nuevos sujetos de la transformación. La clase obrera sigue siendo ese sujeto, más allá de que a veces esté en una calma chicha. Por supuesto, en alianza y acuerdo con otros sectores explotados.