05/07/2002
La gran odisea: “Vivir en el campo”
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El domingo Clarín realizó una producción de dos hojas bajo el título “Vivir con miedo en el campo”. Describió la inseguridad de los productores rurales en la zona de Pergamino. En la mencionada nota la fiscal general de Pergamino, Dra. Amalia Rava de Zorzi argumenta “ Es sencillo, el delito urbano finalmente llegó a la zona rural” y agregó “los ladrones suponen que la gente no deposita más el dinero en los bancos. Y lo tiene en la casa.
Con respecto a casos de ilícitos en la zona rural la nota periodística avanza señalando “hay seis causas en la Justicia, pero los productores dicen que los casos se aproximan a 20. Lo cierto es que hubo una seguidilla de robos de una increíble violencia. Con el terror en el pulso, los productores organizaron una marcha que empujó una reestructuración del esquema policial y la creación de un equipo especial de fiscales. Todo después de un caso desgarrador: el ataque de Marco Irazusta, a quien le prendieron fuego después de rociarlo con querosén”.
Marchesotti
El medio de comunicación describe el caso Marchesotti . Desde las ventanas con buenas rejas de la casa de Marchesotti se ven las cabinas del peaje sobre la Ruta 188. No hay más de 300 metros. “Cuando las pusieron creíamos que ibamos a estar más protegidos” dice Marta que este año cumple 60 años.
El 4 de junio a las siete de la tarde, habían ido a caminar hasta la tranquera. De vuelta, pusieron la pava y prendieron la radio para escuchar un programa sobre temas rurales. Néstor salió a despedir a un sobrino y cuando volvía para la casa, un hombre se lo llevó por delante.
“ Se les veían los ojitos, nomás” recuerda Néstor. Encapuchado, con guantes con los dedos recortados, el hombre le apuntó a la cabeza y lo arrastró para adentro. Había otro asaltante más. A Néstor empezaron a pegarles culatazos. Lo ataron con un corbatón y lo tiraron boca abajo en el piso. A Marta la hicieron acostar sobre la cama matrimonial. La taparon con una manta, mientras le gritaban al marido que consiguiera plata. Lo sometieron a torturas espantosas: lo golpeaban en el estomago, le apretaban los pechos y le ponían y le sacaban un arma de la boca.
Amenazas
A Néstor le pasaban un cuchillo por los dedos: una amenaza de cortárselos. Como pudo, les dio 300 pesos que tenía en una cartera. Querían más. Mientras uno se servía un trago de caña, otro se puso a desmontar cuadros y desarmó el frente de una aspiradora en busca de billetes.
Al final Néstor los llevó hasta un galpón: ahí encontró 2700 dólares y 500 pesos que uno de sus hijos había escondido en un tacho “¿Para que te hiciste pegar?”, lo reto uno de los ladrones. La pesadilla se acercaba a las dos horas y media y Néstor les pidió agua. Unos de los asaltantes le alcanzó un vaso que –para no dejar huellas- agarró con un tejido de Marta.
Los encapuchados se fueron con la camioneta de Néstor. Marta estuvo cuatro días internada. Más tarde se dieron cuenta que tenía un tímpano roto.
“Ahora estamos presos” dice Néstor. Marta dice que todo el tiempo siente que la espían y sólo va de compras a la mañana. “A veces me olvido del robo. Un rato nomás” se despide el matrimonio.
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