La orden de allanamiento se habría traspapelado en los vericuetos legales que recorre hasta llegar a la policía. Un día después a dos asaltos, el nuevo documento judicial, llegó a la comisaría.

Los uniformados realizaron el procedimiento en dos viviendas del barrio 9 de Julio. Al entrar a la casa las pulgas subían por las paredes y el olor penetrante de la suciedad acumulada, traspasaba los uniformes y se alojaban en los poros de la piel de los investigadores. En el lugar se habría encontrado un revólver 32, pero la policía no pudo hallar otros elementos probatorios contra los delincuentes que los condujera por un tiempo a los estrechos calabozos.

Seguramente los malvivientes esconden el botín y las capuchas, en algún "aguantadero" de confianza. Los nombres van y vienen. Pero lo seguro es que no existen una sola "bandita" de cacos que asalta a los comerciantes. Por lo menos, en Colón hay tres grupos con capacidad de realizar este tipo de ilícitos y no tendrían conexiones entre si. Los motivos para realizar los hechos delictivos son variados. Una banda asaltaría para tener "guita" los fines de semana, otra para comprar droga.

En cuanto a los últimos ilícitos (El Económico, Quiriconi y minimercado de 44 y 22) se tendría seguridad que sería A y C. El motivo que los llevaría a delinquir sería que estarían juntando dinero para realizar un viaje a una ciudad de la Costa Atlántica y allí continuar con su carrera delictiva. Las descripciones en todos los casos parecen certeras.
Trabajan encapuchados, uno es alto y de piel blanca, el cómplice es más bajo y de piel trigueña. Las posibilidades se "achican" para los policías, solo basta que cometan un error y reunir suficientes pruebas para poder inculparlos y si la justicia quiere que ambos pasen una buena temporada en la cárcel de Junín o San Nicolás.

El modo que operan