09/06/2000
Historias de vida: Justo Jesús Ríos, 82 años.

Su padre nació en Carmen de Areco en l875. Se afincó en la zona de Pergamino en l890 y a mitad de esa década se trasladó a Colón.
La tradición oral habla de los "malones" que agitaron este lugar. También del "gran ciclón" de 1911. Su madre también era nativa de la región.
Justo Ríos, comparte el tiempo con sus bisnietos en el viejo predio de 23 y 53, "este terreno de cincuenta por cincuenta lo compró mi abuela, Petrona Britos de Rodriguez en l892" nos dice y para corroborar nos muestra con orgullo una escritura de propiedad de principio de siglo, labrada en Junin y firmada por el escribano, Antonio Marquez, "En aquella época no habia escribano en la región, estos papeles son una reliquia histórica".
Nos cuenta que nació un 14 de diciembre de l917, en la misma casa que comparte con su familia en el presente y agrega "soy colonense de pura cepa".

Le preguntamos si escuchó historias de la colonización de esta zona. Justo Rios nos dice " mi padre hablaba que los malones que en una época llegaban con mucha fuerza a esta zona, también se acordaba del peligro que representaba los pumas". Agrega : " mi madre Stefania Flores, siempre me hablaba de una joven de Pergamino que un malón habia raptado y se tuvo que criar en una tolderia.
Ella la conoció y la cautiva luego de escapar, le relató que cuando llegó donde se asentaban los indios le descarnaron la planta de los pies para que no pudiera huir. Siempre la tenían vigilada
Pero ella se portaba bién y cuando sus captores agarraron confianza, comenzaron a encomendarle cuidar los caballos custodiada por un indio viejo.
Con el tiempo tomó la desición de escapar.
La mujer eligió dos caballos -los mejores- y cuando un día la mandaron a pastorear los animales, con un palo le pegó de atrás a su cuidador y lo desmayó, luego montó el caballo y escapó para el lado de Pergamino.
Los indios la siguieron, pero al ingresar a zona poblada la dejaron y ella pudo recuperar la libertad.
Siempre le mostraba a mi madre las cicatrices que tenía como un estigma en la planta de los piés".

Por otro lado, Justo nos cuenta que en el año l911, se produjo un "gran tornado" en la zona con graves consecuencias económicas y en vidas humanas: "mi madre vivía en la casa de 23 y 53, en la vivienda de la esquina opuesta habitaba el agrimensor, Juan Escobar, que en esa época realizó el trazado de las calle de la ciudad.
Un día se produjo un tornado, la fuerza del viento voló el techo de mi casa.
Mi madre, tomó a sus dos hijos y se cruzó a la casa de los Escobar, en el camino, el viento le arrancó a uno de los pequeños de sus brazos, pero alcanzó a llegar a la vivienda y lo salió a buscar. Lo pudo encontrar en lo que es ahora 53 y 25 "calzado" en un tronco.
Me dijeron que ese tornado practicamente no dejó nada en pié y hasta mató a varias personas".

El octagenario con total lucidez sigue desgranando recuerdos "cuando tenía cinco años mis padres se mudaron a los tambos de Atucha y allí trabajaron mucho tiempo.
Veníamos cada tanto a la ciudad en sulky y comprabamos las cosas necesarias en la Tienda "Blanco y Negro" y en el Almacén " Tavara".
En los tambos estuve hasta los 27 años y luego me puse una herreria en mi casa, trabajaba mucho con los carruajes, pero con el tiempo tuve que dedicarme a otra cosa cuando estos vehículos desaparecieron".

Nuestro entrevistado se enorgullece al contarnos de los oficios que aprendió: " fui alambrador, jardinero, herrero, albañil y plomero.
La mayoría de los trabajos los desarrollé en el campo de Raúl López Godoy, que estaba ubicado para el lado de Pearsón, luego de pasar el campo de los Laplacette"

Por último nos dice "alcance a conocer el castillo San Jacinto, era algo maravilloso.
En 1972 asistí al remate.
Había carros antiguos de caza.
Estaban preparados. Adelante iba el conductor y atrás había un pescante para los cazadores.
Las cosas que se vendieron eran parte de nuestra historia".



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